¹ El rio Magdalena fue sumamente importante durante mucho tiempo para el desarrollo de la región y del país. Hoy debido a varios factores, entre ellos la contaminacion, desafortunadamente ha perdido la imporntacia que ostentaba anteriormente.
²
Introduciéndonos por las callejuelas del barrio Puerto Colombia llegamos a la orilla del rio Magdalena, punto de desembocadura de las aguas negras del alcantarillado, un factor que se suma a la contaminación del rio.
La suciedad del lugar inevitablemente salta a la vista.
³ En vez de la imagen de grandes barcos pesqueros que se perdió con la posibilidad de impulsar la industrialización, hoy tenemos la de las chalupas artesanales con la que los pescadores apenas atrapan lo necesario.
A orillas del Magdalena se encuentran numerosas chalupas, unas esperan pacientemente a que sea la madrugada (horario que acostumbran los pescadores para zarpar) para servirle de nuevo a su dueño, otras ya inservibles, fueron abandonadas para que el rio las destruya con el tiempo y arrastre sus restos con la enérgica corriente.
Los habitantes de las zonas más pobres, como los caseríos ubicados a lo largo de la ribera del rio, aun navegan por las aguas del legendario Magdalena al igual que lo hacían los antepasados Chibchas hace más de quinientos años, en sus pequeñas chalupas de remo.

Don Dionisio, al igual que muchos otros, se levanta antes de que salga el sol para salir a pescar. A las siete de la mañana ya se encuentra destripando sus peces en la fangosa orilla y de paso, aprovisionándose de la carnada para el día siguiente.
Las personas tienen un fuerte vínculo con los peces. La mayoría de las personas que habitan en el barrio Puerto Colombia están relacionadas con la insatisfactoria actividad.

⁵ El rostro de los pescadores refleja lo que han sido sus vidas, muestran el deterioro de una vida dura pero con un extraño brillo prueba del amor que sienten por la profesión.

La vida del pescador se encuentra marcada en su cuerpo, algunos, con el seño fruncido, reconocen que anteriormente eran formales con la gente, pero que con el tiempo y las difíciles condiciones que han pasado en la pesca, se han tornado malhumorados.

Los residentes de las grandes ciudades podrían pensar que una vida tan difícil, rutinaria y con tan pocas recompensas, haría enloquecer a cualquiera. Por el contrario, los pescadores aman tanto su labor que cuando no están en el rio pescando, están reparando sus redes.

⁶ Desafortunadamente las condiciones de vida de estas personas difícilmente podrían cambiar. Mientras unos niños estudian, otros se dedican a aprender la labor con la que alimentaran a sus familias en un futuro.
Si se hubiese desarrollado una industria pesquera en la zona, tal vez ella, al igual que ahora, tampoco viviría en un castillo, pero por lo menos la fachada de su hogar sería diferente.
Los niños que no van a la escuela crecen solitarios, con la única compañía de una inseparable chalupa y sus propios reflejos en las aguas del Magdalena.
Entre motores, remos y peces moribundos, los niños aprenden la odiada o amada profesión que realizaran toda su vida.
El juego con el que hoy en día ríen y sueñan los niños, mañana se convertirá en una profesión que los atrape de por vida.
⁷ Aunque nunca maldigan las escasas condiciones, sus rostros aparentan algo que los aqueja y solo muestran resignación, tal vez porque saben que inevitablemente unos tienen que ser ricos y otros pobres.
Sentados a la orilla del rio donde pasaron toda su juventud, los viejos pescadores, ya sin fuerzas para continuar con su labor, se sientan a pasar el tiempo rememorando sus antiguas aventuras.

Algunos tienen en su rostro marcado el descontento de una vida rutinaria en el mercado.
Otros, siempre con una sonrisa, levantan orgullosamente al aire los peces símbolo de sus vidas.
Mira mi flickr: http://www.flickr.com/photos/35951535@N07/http://www.flickr.com/photos/35951535@N07/

